viernes, 28 de julio de 2017

Cultura y Desarrollo II

Documento de Reflexión - Problemas Contemporáneos de la Gestión Cultural



La situación cultural que el mundo atraviesa hoy, por lo menos desde lo conceptual, debe ser analizada bajo los parámetros que implican los tan complejos procesos de modernidad y globalización con sus lógicas liberales dentro de la estructura capitalista que deviene en fases históricas que crean las condiciones en las cuales se gestan los paradigmas del conocimiento que nos permiten, desde diferentes perspectivas, abordar las problemáticas culturales que nos atraviesan.

Es fundamental, abordando la cuestión desde Lander en su texto “La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales”, pensar que epistemológicamente nuestro pensamiento está constituido dentro de un sistema capitalista moderno liberal, y que ésta configuración del saber deviene de la naturalización de conceptos que unen nuestra actualidad con siglos anteriores en una lógica lineal sostenida por la colonialidad del poder, del saber y del ser.

Esta estructura de pensamiento aplica tanto a lo territorial como a lo conceptual. Constituyendo así un colonialismo de los saberes, lenguajes, memorias, imaginarios, prácticas, etc., con tendencia a conformar un mundo unificado en tiempo-espacio bajo una narrativa universal, donde Europa es el centro y quien escribe, desde la ciencia, el relato de la historia desde su perspectiva (poder imperial). A partir de lo que se configura una universalidad excluyente porque se basa en una particularidad.
Esta universalidad niega todo derecho diferente al liberal, por lo que los espacios y culturas colonizadas “deben” abandonar sus prácticas para integrarse (subordinarse) a este único mundo que los ubica por fuera de la ya consolidada y desarrollada civilización europea, excluyendo sus saberes pero utilizando su fuerza de trabajo para continuar el proyecto de modernidad.
Es así que las transformaciones que implica el desarrollo - como la expulsión de los habitantes de sus tierras, la prohibición al acceso a los recursos naturales y el sometimiento al trabajo - alteran los cuerpos, los individuos, las formas de vida, las prácticas culturales, los territorios, el tiempo y el trabajo, para instalar una economía moderna (fabril), a la vez que naturaliza la resistencia misma al modelo impuesto ya que es considerado la única forma de vida posible. Y este único destino conduce a la imagen y semejanza de Europa, autopotenciada como la civilización más desarrollada, como destino al que toda sociedad debe aspirar a ser (o debe ser conducida), mediante una idea de progreso que tiende a jerarquizar y clasificar las diferencias, mientras se naturalizan las formas de una sociedad liberal-capitalista, mediante la ciencia, que como es el saber que produce la única civilización supera al resto de los conocimientos; todo ello dado en el marco de la modernidad como idea central.

Es decir, nuestra lógica de análisis y las categorías conceptuales se circunscriben en el devenir histórico en que el pensamiento científico  se constituye como una herramienta que afirma y reproduce la fuerza hegemónica del poder dentro de su modelo civilizatorio de carácter universal naturalizado en una sociedad capitalista liberal occidental.
Desde entonces las ciencias sociales han servido más para establecer diferencias y contrastes con la experiencia histórico-cultural-universal de Europa, que para el conocimiento de las sociedades a partir de sus especificidades histórico culturales. Y quienes generan la ciencia, las elites, se hacen cargo de la intersección de diferentes temporalidades históricas tratando de elaborar con ellas un proyecto global.
Los conceptos de evangelización, civilización, modernización, desarrollo y globalización establecen un patrón civilizatorio superior y normal donde se entrelazan y conforman un discurso. Y este patrón occidental se naturaliza como imaginario acotando dentro de sí muchas luchas sociales y debates político-intelectuales en Latino América.
Centralizando el poder/saber/ser en cinco países industrializados (Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos) en la segunda mitad del siglo XIX,  la reconceptualización o adaptación de los siguientes términos se define en el diálogo de sus génesis y las consecuencias que apareja la actualidad.
Las ciencias sociales considerando “no-modernas” a las tradicionales cosmovisiones de América Latina, las coloca como expresión del pasado, negándoles la posibilidad de su contemporaneidad. Sin embargo, ejerciendo su capacidad de ver y hacer desde una perspectiva “otra”, el pensamiento social latinoamericano busca formas alternativas de conocer, cuestionándose los saberes coloniales/ eurocéntricos/ modernos/ civilizatorios en el continente.
La perspectiva pluralista, que acepta la fragmentación y las múltiples combinaciones que se dan entre tradición, modernidad y posmodernidad, es la que describe mejor la coyuntura latinoamericana. Y en la configuración del “nosotros”, atravesado por los movimientos de emancipación, expansión, renovación y democratización, emergen las ideas de los nuevos paradigmas latinoamericanos vinculados a la comunidad, el saber popular, la liberación, la perspectiva de dependencia, y la crítica del eurocentrismo legitimando y reivindicando su propia historia.
La globalización es un concepto definitorio en el proceso de (re)construcción identitaria y reconocimiento del saber propio en América Latina.
Si bien el proceso de globalización pretendía aplicar como un sistema que igualaba las condiciones socioeconómicas a la vez que impulsaba un sostenido proceso de uniformidad cultural, fracasó y hasta provocó lo contrario, ya que complicó el hecho cultural impulsando el renacimiento de las identidades y luchas reivindicatorias. Abriendo el escenario a la pluralidad, constituyendo sistemas complejos que implican la inclusión de múltiples culturas inmersas en las mismas lógicas políticas y organizaciones económicas y jerarquizando las relaciones en su interior. La diversidad se da en una misma sociedad, proponiendo la otredad sociocultural y las situaciones multiculturales en un mismo territorio.
En Latinoamérica la diversidad adopta la forma de la autonomía, sin embargo la tendencia vigente de un enfoque liberal genera contradicciones entre la particularidad étnica y la universalidad respecto a la compatibilidad con los derechos y las garantías de los individuos dentro de las naciones contemporáneas. Por lo que se opone el liberalismo duro al relativismo absoluto que terminan funcionando como las dos caras de una misma moneda dentro de las poblaciones unidas políticamente pero heterogéneas desde lo cultural. Lo que genera la necesidad de una legislación democráticamente convenida que favorezca la comprensión mutua entre las culturas y el establecimiento de puntos en común entre los diferentes grupos (interculturalidad), porque el problema de las identidades y los territorios ahora se circunscribe a las relaciones de los estado-nación y sus habitantes.
Es así como de ser “los otros” latinoamericanos, se comienza a desglosar un “nosotros” en una cantidad de “otredades” internas en el abordaje territorial respecto al análisis de las identidades culturales que, queriendo salir de un paradigma colonial que implica la dependencia y la misma “otredad”, reproduce dinámicas cotidianas con las mismas lógicas en el abordaje de las propias prácticas culturales.
En un artículo periodístico que rescata Barbero en el marco del Foro Mundial  Comunicación y diversidad, Barcelona, 2004, se explica al capitalismo como un conjunto de valores culturales arraigados a la competencia, las ganancias y el valor de la libertad, y estos no son compartidos universalmente por lo que la intromisión del capitalismo en las diferentes naciones representa un ataque a la política y a la cultura.

Para sumar a la causa, Appadurai agrega que la globalización ha introducido al menos tres complicaciones principales: intensifica las tensiones entre los inmigrantes y los ciudadanos, exacerba las políticas nacionales de identidad e intensifica las tendencias xenófobas nacionalistas.
En la era de la globalización se intensifican los movimientos poblacionales, que interaccionan con fronteras abiertas y libre comercio, lo que contribuye a difuminar las fronteras de la ciudadanía nacional ante el impacto de estos nuevos ciudadanos, a la vez que “el reconocimiento público y político a la diversidad cultural es aumentar una posible amenaza a la integridad nacional, ya que todas las naciones se basan en alguna forma de identidad cultural como componente dominante de la identidad nacional” (Appadurai, 2004).

Es decir, que las condiciones globales del capitalismo aplican con su lógica neoliberal en los Estados-Nación de América Latina, configurando su plítica y su cultura, ya que interpela la propia noción de Estado y el propio territorio comienza a ser un campo donde se dan distintas luchas de poder con nuevas prácticas y actores culturales “otros”.
Dentro del contexto de las sociedades hegemonizadas por el pensamiento neoliberal, existen situaciones de diversidad sociocultural que se expresan en relaciones de desigualdad signadas por la dominación y la subordinación de las culturas.
Estas formas tienen lugar dentro de Estados debilitados por el mercado, que funciona como agente organizador de la sociedad, perdiendo fuerza como actores simbólicos de la cohesión nacional.  Como principal consecuencia de esta relación mercado/estado se percibe un achicamiento de recursos públicos en relación a la cultura, ya que no es considerada rentable en términos productivos.
Barbero plantea que “la interculturalidad en las dinámicas de la economía y la cultura-mundo moviliza no solo la heterogeneidad de los grupos y su readecuación a las presiones de lo global, sino la coexistencia al interior de una misma sociedad de códigos y relatos muy diversos, conmocionando así la experiencia que hasta ahora teníamos de identidad”. Y son las transformaciones en la cultura las que nos exigen discernir dos concepciones acerca de la identidad, distinguidas por este autor como radicalmente opuestas. Una relacionada con raíces, raigambre, territorio, tiempo largo, y  memoria simbólicamente densa. Y otra, más actual, que implica las migraciones, movilidades, redes, flujos, instantaneidad y el desanclaje.
Las migraciones son un ejemplo claro de las causas/efectos de la globalización en la importancia de las prácticas culturales dentro del proceso de construcción de la identidad.
La construcción identitaria entendida como proceso cultural, material y social que en el caso de los migrantes se encuentra en una constante reconstrucción.
En busca de la comunión se agrupan por etnias y reinterpretan el territorio, reutilizando recursos (simbólicos, naturales, materiales) para manifestar su identidad, resistiendo en cierta medida al cambio y la cultura hegemónica del nuevo espacio,
“Deben construir su identidad a partir de una nueva situación en un territorio cultural que no le es propio, en el cual la alteridad es el modo de construirla. Esta realidad es lo que hace cuestionar la propia identidad” (Romero Laura, 2009).
En este diálogo entre culturas, donde se ponen en crisis los propios hábitos los inmigrantes deben adecuarse e insertarse en una nueva estructura social, lo que para Bourdieu es enfrentarse a un campo con otros códigos que no les son propios y donde su habitus se pone en crisis ante una nueva estructura social.
Nos encontramos entonces en un contexto donde los estados nacionales están atravesados por la pluralidad cultural, y la cuestión fundamental es el lugar del otro en esta dialéctica territorio/identidad.
Como plantea Appadurai, el pluralismo cultural está estrechamente vinculado con las concepciones que tenemos sobre gobierno, pertenencia y reconocimiento político. La condición para el pluralismo es una coexistencia que permita el desarrollo de las identidades en juego, y requiere de una guía que permita que estas relaciones se den de manera segura, creativa y de un modo sostenible.
El pluralismo sostenible entendido como “una situación en la que un número finito de diversos grupos culturales está organizado para relacionarse entre sí, de modo que cada uno de ellos tenga las máximas oportunidades para reproducir su identidad y para evolucionar creativamente en el tiempo (…) Y el asunto primordial es cómo hacerlo dentro de las sociedades nacionales particulares, organizadas políticamente como estados” (Appadurai y Stenou, 2001).
Los autores plantean entonces el problema del pluralismo sostenible, entendiendo  la condición de los sistemas culturales como la permanencia del cambio y la perduración de ciertas tradiciones. Por lo que deben mantenerse las condiciones para que todos puedan sobrevivir y reproducirse, a la vez que se deben también reproducirse y evolucionar las relaciones entre ellos. Lo que requiere un diálogo constante entre factores locales y globales, entre cultura e historia y entre políticas públicas (estado) y opiniones de las comunidades (nuevas voces).
Lo crucial de esta situación está en la relación que se da entre la defensa de la diversidad cultural de las comunidades y la conciencia ciudadana del derecho a la diferencia desde lo cotidiano, teniendo en cuenta la pluralidad y la norma de cada Estado en particular, donde el abordaje de lo nacional implica tener en cuenta las heterogéneas realidades del afuera y del adentro, y  la relación indisoluble de lo local con lo mundial.
Las nuevas condiciones globales  presionan al Estado al descentramiento de lo nacional a la vez que estimulan la integración regional. El escenario requiere la constante articulación de las partes y un esfuerzo de cooperación, sobre todo teniendo en cuenta el notable divorcio entre estado y sociedad que compromete la sostenibilidad cultural.
A través de los avances en el tema la UNESCO, en sus diversos seminarios y documentos, plantea un nuevo sentido de cooperación, entendiendo a la diversidad ya no como una pluralidad en la que “todo vale”, sino en relación a la alteridad referida a las culturas “otras” y subalternas, reconociendo los posibles conflictos que implican las relaciones interculturales, y dando cuenta de las asimetrías y las dominaciones existentes, que perduran y se manifiestan en la desigualdad social y en la discriminación política.
En el intento de superar la modernidad fragmentada y dominante, la globalización trae aparejada la decolonialidad del poder con nuevas dependencias económicas a nivel global, y territoriales a nivel local. La decolonialidad del ser  se contextualiza pujando entre la homogeneización global, el pluriculturalismo y el derecho a la propia identidad,  que implica el reconocimiento latinoamericano pero que también es llevado a lo territorial y lo cotidiano de cada Estado y su diversidad, y en ello se propone la decolonialidad del saber impulsada por las críticas a los paradigmas eurocéntricos de las ciencias sociales y a la reconceptualización de las definiciones del asunto pero con un revisionismo que debe interpelar las propias prácticas culturales. El eje está en visualizar las problemáticas interculturales que se mantienen vigentes y las que se generan ante las desigualdades, sobre todo teniendo en cuenta los movimientos poblacionales y las relaciones conflictivas que se dan entre las distintas identidades en un mismo suelo.
Poniendo en foco el proceso de construcción de la identidad, definida desde Romero, como una construcción histórico-cultural con rasgos significativos – valores, símbolos, tradiciones, creencias y comportamientos-  de las culturas que referencian a un determinado grupo que se encuentra en constante cambio. “La base de la construcción de la identidad, entonces, es la conciencia común de tener todo un conjunto de características que los identifican como pertenecientes a un grupo y diferentes al resto” (Romero,L. 27, 2009).
Las prácticas culturales de los migrantes  en los nuevos territorios adquieren profunda importancia, ya que deben negociar su identidad frente a los otros para poder reafirmarla y reconstruirla dentro de la lucha de poder  que posiciona a un grupo sobre otro. Se da entonces una identificación con la cultura propia mientras se manifiesta la diferenciación con la cultura dominante.
En estos casos la diversidad se da en un marco socio-cultural constituido por las diferencias étnicas, por la subordinación, las relaciones de dominación y la evidente desigualdad social como condicionamiento a estos grupos migrantes. Y esta situación es particular a cada grupo, a cada territorio y a cada momento en qué se presenta. Teniendo en cuenta que esa dominación y diferencia acentúa y refuerza la propia identidad migrante. Por lo que la inclusión estaría en un horizonte lejano si la cultura dominante constituida por la nacionalidad del Estados no ejerce políticas públicas culturales directas y eficaces.
Estas relaciones de asimetría no solo despiertan la necesidad de políticas sino que también lo que María Rosa Neufeld llama “discurso de la tolerancia”. La tolerancia como una noción compleja, donde el diferente es inferior y el tolerante es el qué decide qué es lo tolerable y qué no. Por otro lado, la concepción del “otro”  en tanto extranjero como un “invasor, ocupante ilegal, intruso, delicuente, inmigrante ilegal, indocumentado, usurpador de puestos de trabajo, etc” (Montesinos, Pallma y Sinisi, 1997, citado por Neufeld 2006).
Es decir, que se vuelve a reproducir una lógica de dominación y de etnocentrismo. La misma con que se juzga a aquellas “civilizaciones” que imponían sus normas y disminuían al “otro”, pero esta vez se da entre vecinos latinoamericanos.
 “La democratización del debate cultural depende de la dignidad económica y de la emancipación financiera de la gente corriente en tantas comunidades como sea posible (…) para garantizar que los argumentos a favor de los derechos culturales no sean solamente eslóganes de las elites autoelegidas que realmente perjudican a los intereses de los grupos enteros dentro de la comunidad, tales como las mujeres, los niños, los ancianos u otras víctimas de la discriminación” (Appadurai, 2001)
Por lo que no se puede pensar  la problemática de las identidades en los territorios sin hablar de derechos culturales y de pluralismo sostenible, y antes aún de políticas de dignidad, inclusión, democratización y respeto. Los derechos culturales deben pensarse y aplicarse con el objetivo del bienestar de todos los ciudadanos. El pluralismo cultural necesita Estados que concedan a los distintos grupos culturales el derecho a la diversidad y la participación en la esfera pública, abrir la soberanía reconociendo a todos los ciudadanos por igual, descentralizando el nacionalismo y considerándose depositarios de la pluralidad y garantes de su sostenibilidad.

Dos herramientas fundamentales para estos objetivos son la educación y la comunicación. La primera como un derecho que implica una obligación, una proyección a futuro para las comunidades venideras en pleno compromiso con la coexistencia y el fomento a la pluralidad. La segunda para reafirmar y contar la vida cultural. “Para que la pluralidad de las culturas del mundo sea políticamente tenida en cuenta es indispensable que la diversidad de identidades pueda ser contada, narrada” (Barbero 2004). Y en la actualidad los avances tecnológicos facilitan una multiplicidad de formas de comunicar. Estas transformaciones comunicacionales tienen una relación directa con la democratización del saber y con la configuración de las identidades. La reconfiguración de las culturas pasadas responde a la intensificación de la comunicación y a la interacción que permite entre culturas de diferentes lugares del mundo, rompiendo algunas fronteras de exclusión, dando lugar a nuevas voces.

 La comunicación como dimensión fundamental para el revisionismo histórico en esta búsqueda independiente de América Latina por reconstruir su historia, refundar sus lazos y fomentar a la interculturalidad en la nueva fase de la cooperación, estableciendo redes de intercambio de información, artistas, gestores, formaciones, tanto en lo macro social como en las dinámicas territoriales cotidianas. La comunicación y las redes culturales como nuevos espacios públicos haciendo frente a las barreras políticas y territoriales, dando lugar a nuevas expresiones.
Abrir el relato universal que pretenden las ciencias sociales es fomentar la comunicación para el (re)conocimiento, para que no solo seamos herederos del pasado sino hacedores de futuro.

Gestión Cultural y Desarrollo I


Es preciso plantear como idea inicial que el desarrollo es un proceso mucho más complejo y global que el mero crecimiento económico, y en ello cabe reconocer el rol fundamental de la cultura como un factor determinante y transversal a todo este proceso.
Desandar el concepto de desarrollo es tan arduo como el mismo trabajo en el concepto de cultura, y según definamos ambos podremos esbozar una definición a esta problemática que persiste en la actualidad.
En su comienzo, por la década del 50, en un contexto global de post-guerra comienza a tomar importancia el asunto de desarrollo, con una contracara opuesta, el subdesarrollo.  La idea fuerza del momento se asociaba a un mundo contemporáneo que aspiraba al crecimiento económico entendido este en términos a largo plazo y definido en oposición al “estancamiento secular” de la teoría keynesiana.
Con el foco puesto en el aumento progresivo y continuado del producto interno en un período determinado se comienza a forjar una concepción lineal y puntual del desarrollo, medido en términos de tasa de crecimiento y con una especial atención al PNB y las innovaciones tecnológicas que contribuyan a acrecentarlo.
Este desarrollo económico, por entonces basado exclusivamente en la inversión del capital, el aumento de la cantidad de bienes y servicios, la importancia de la tecnología y la industrialización, tenía como objetivo lograr la modernización.
El proceso de desarrollo conllevaba entonces a cambios estructurales en los sistemas político, económico y social que tenían como guía los modelos de los países desarrollados.
Desde esta postura economicista del desarrollo, se imparte una lógica de modernización y desarrollo entendido como crecimiento económico desde una matriz occidental.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, documentados y evaluados por Naciones Unidas
plantean distintas problemáticas (pobreza, mortalidad infantil, democracias dañadas, guerras, drogas, educación, medioambiente, rol de la mujer y maternidad), pero no problematiza la cultura como medio para lograr los objetivos y ver los cambios que pretende, y tampoco la percibe como fin en sí misma para que cada población pueda asimilar sus falencias y coopere con un objetivo común de mejoría. Es decir, se proponen indicadores y concepciones de medición con valores comparativos que distan de las realidades y percepciones de las diferentes modalidades de vida y cultura de los países involucrados como subdesarrollados.
La cuestión muchas veces no tiene que ver con falta de voluntad, sino con falta de recursos,  y la cooperación internacional de la ONU por lo general no solo aporta recursos sino matrices establecidas, pensadas desde estructuras que no son las reales en cada comunidad.  Es decir, las ideas para revertir las situaciones problemáticas tienen más que ver con la vista y el análisis que se hace desde afuera de esa cuestión y no teniendo en cuenta los medios, recursos, necesidades, tradiciones, usos, prácticas cotidianas y realidades concretas de cada grupo o sector que conforma el tejido social en el que se pretende intervenir.
El hecho de no tomar en cuenta los aspectos fundamentales que constituyen cada cultura invisibiliza las identidades locales, ya que se elabora una solución a determinada demanda desde parámetros o conceptos no compartidos.  Una cuestión clave es la interpretación que tiene cada cultura sobre “calidad de vida”.
El documento muestra datos, estadísticas, información cuantitativa, sin embargo la causa de todas esas problemáticas tienen que ver con la cultura. Si bien el conflicto transversal  del desarrollo global está dado por la desigual distribución de recursos, tanto el consumo de alimentos, como la educación y los valores humanos que guían la cotidianeidad (esto implica nociones sobre moral, honestidad, trabajo, dignidad, calidad de vida) son culturales. Y los aspectos culturales no se miden en números porque tampoco pueden compararse. No hay un indicador que pueda demostrar de manera efectiva el desarrollo cultural de una región, porque hasta en una misma comunidad hay distintos grupos con distintas prácticas, valores.
Amartya Sen, en la década del 90, dentro de la institucionalidad de la UNESCO, plantea que el desarrollo es un proceso para fortalecer las capacidades y ampliar las opciones de las personas. Esta concepción de Desarrollo Humano coloca al hombre como centro de la propia acción del desarrollo y se profundiza el concepto de cultura dentro de los términos del desarrollo.
Según el Informe sobre el Desarrollo Humano del año 2004, para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio y erradicar la pobreza definitivamente  es necesario construir sociedades inclusivas y diversas en términos culturales, ya que es a partir de la expresión cultural plena de la gente que puede lograrse el desarrollo.
El fin del desarrollo humano es poder dar la mayor cantidad de opciones a la gente para que puedan elegir el tipo de vida que deseen, y brindarles las herramientas para esas decisiones.
Actualmente la incapacidad de este desarrollo está ligada a asuntos políticos y económicos, problematizando desde la protección de los derechos humanos hasta el fortalecimiento de la democracia. Las poblaciones pobres - en su mayoría minorías religiosas o étnicas - no tienen acceso igualitario a empleos, escuelas, hospitales, justicia seguridad y servicios básicos que el resto de la sociedad.  Por lo general no se reconoce explícitamente a estas identidades culturales, y ello es causa de persecuciones, represiones, exclusiones y discriminaciones económicas, sociales y políticas.
La incapacidad de hacerle frente a esta exclusión genera algo más que injusticia, ya que origina problemas reales para el futuro asociados al desempleo, a generar juventudes desmotivadas, a despertar la ira contra el statu quo y  conlleva a situaciones de cambio violentas.

Abordar esta problemática requiere  comprender que las diferencias culturales no debieran ser un generador de conflictos sociales, económicos y políticos, y que los derechos culturales deben tener un lugar fundamental tanto como las de tipo económico o político.
El panorama político del siglo XXI está atravesado por la diversidad de etnias, religiones, idiomas y valores dentro de cada territorio, y ante la inminencia de la globalización las culturales locales perciben un desplazamiento que exige y demanda políticas culturales de conservación  y desarrollo de la diversidad.
Es posible ver que los países en desarrollo tienen mucha riqueza cultural, con tradiciones diversas en el arte, la música o la lengua, y aunque la globalización de la cultura de masas sea una amenaza para ellas, también representa nuevas oportunidades de lograr acceso a mercados mundiales por ejemplo del arte, y desde este sentido poder recrear sociedades creativas y vitales.
Una clave para el desarrollo humano es la libertad cultural, ya que para vivir una vida plena, es importante poder elegir la propia identidad, lo que uno es y quiere ser, sin por ello quedar excluido de otras alternativas o perder el respeto por los demás.
Es necesaria la libertad para que cada persona pueda elegir su religión, hablar su idioma, honrar su legado étnico sin temor al castigo o la restricción de oportunidades.
Responder a estas demandas se presenta como un desafío urgente para los Estados. El reconocimiento de la diversidad de identidades apareja una mayor diversidad cultural, que de todas maneras es innegable, y  la participación ciudadana no debe depender de los vínculos culturales que se escojan, por lo que el Estado debe actuar con políticas inclusivas.
El desarrollo y los avances tecnológicos en las comunicaciones y en los medios de transporte han achicado el mundo y cambiado el panorama de la diversidad cultural, lo que se complementa en un contexto en que se percibe el fortalecimiento de la democracia, los derechos humanos y las nuevas redes globales que proporcionan mayores medios para movilizarse.
En el último tiempo las migraciones internacionales se han acelerado, hoy son muchas las personas nacidas en el extranjero, o que viven fuera y  que mantienen estrechos vínculos con sus países de origen. De una u otra manera, hoy todos los países son sociedades multiculturales, compuestas por grupos que se identifican según determinadas características como pueden ser su etnia, religión, lengua, historia cultural, valores y formas de vida.
Por mucho tiempo se creyó que el desarrollo de la diversidad podría debilitar a los Estados, causando conflictos y retrasando el desarrollo, constituyendo motivos por los cuales se han eliminado o ignorado muchas de las identidades culturales en todo el mundo. Establecer un estándar cultural nacional se impuso como posible solución para contrarrestar la diversidad de identidades y eliminarlas bajo una generalidad unificada.
Pero es necesario entender que las identidades étnicas no compiten con el compromiso que mantienen con el Estado en que vivan, reconocer la diversidad no implica que no se pueda a la vez plantear una identidad unificada estatal.
Las identidades no son excluyentes. La falta de estudio y comprensión de los factores culturales hacen creer que los individuos no pueden tener más de una identidad, cuando en realidad se puede identificar con varias (ciudadanía, etnia, género, religión, etc.)
En el siglo XX el paradigma central fue la formación de los Estado Nación y el objetivo implicaba crear dentro de sí culturas homogéneas con identidades singulares, lo que resultó un conflicto de represión, persecución y resistencia.
Recién un siglo más tarde puede pensarse en que la inclusión de los grupos culturales y el reconocimiento de las diferentes identidades es más viable y reduce las tensiones que implicaba pretender que no existían.
Los países no están obligados a elegir entre unidad nacional o diversidad cultural. Promover la unidad es fomentar el respeto por las identidades y demostrar confianza por parte de las instituciones estatales, y esto se define en el diseño de políticas multiculturales.
Aunque existe otro temor para los Estados, que es la globalización, amenazando a las identidades locales y a las nacionales, pero la solución no es volver a las políticas conservadoras ni a los nacionalismos exacerbados, sino que se debe promover el pluralismo y la diversidad dentro de los territorios, porque de todas maneras es inevitable, no se puede negar lo que existe.
Tampoco se puede afirmar que la cultura es estática, se recrea constantemente en la medida que cada individuo se cuestiona y adapta su valores y prácticas a la realidad.
La libertad cultural consiste en ampliar las opciones individuales y no en preservar valores o prácticas con una lealtad ciega a la tradición; se trata de que la gente pueda ser y vivir como le parezca. Los Estados deben velar por esas culturas y sus transformaciones, orientándolas hacia el desarrollo, y este proceso de desarrollo debe incluir la participación activa del pueblo en la lucha por los derechos humanos.
El desarrollo humano requiere más que salud, educación, un nivel de vida digno y libertad política. El Estado debe reconocer y acoger las identidades culturales de los pueblos y las personas deben ser libres para expresar sus identidades sin ser discriminadas en otros aspectos de su vida. La libertad cultural es un derecho y un importante aspecto del desarrollo humano y, por consiguiente, digno de la acción y atención del Estado.
Los acuerdos para compartir el poder en general han resultado fundamentales para resolver las tensiones, y de hecho de eso se tratan las verdaderas democracias, de poder primero reconocer la diversidad y la voz de cada habitante para luego darle el poder de decisión política, social y cultural.
Desde el documento  “Estrategia y Desarrollo de la Cooperación española”, la cultura se define, no ya como una dimensión accesoria del desarrollo, sino como el tejido mismo de la sociedad y como fuerza interna para su desarrollo.
Al igual que el informe sobre Desarrollo Humano 2004, desde España, se proponen enfrentar el desafío de construir sociedades inclusivas y diversas en términos culturales, apoyándose en el derecho a la diversidad y la libertad cultural permitiendo el reconocimiento de múltiples identidades.
Fomentar la participación en los procesos de desarrollo, y referirse a un desarrollo cultural exclusivamente, son las bases para la cooperación al desarrollo con repercusiones positivas en los beneficiarios.
Con el objeto de integrar la dimensión cultural de la Cooperación Española se propone realizar diagnósticos precisos sobre las realidades culturales, en sus determinados contextos, identificando problemáticas precisas y diseñando acciones acorde; introducir indicadores de impacto cultural y social en las evaluaciones, fomentar la participación de la población, aportar a la cultura distintos proyectos y programas de cooperación al desarrollo; fomentar el diálogo y la cooperación mutua entre las culturas; integrar y respetar las lenguas y manifestaciones culturales minoritarias; integrar el concepto de diversidad cultural.
Para ello se plantean líneas estratégicas con base en la formación de capital humano para la gestión cultural con énfasis en proyectos de cultura y desarrollo. Por lo que ponen énfasis  en facilitar procesos que contribuyan a la creación y mejora de agentes y  profesionales en el sector cultural, potenciando su autonomía en la gestión de las diferentes dimensiones de la vida cultural con incidencia en el desarrollo y fomentando la difusión de valores y contenidos compartidos de la cultura en la comunidad internacional que puedan generar beneficios tangibles y un desarrollo propio y sostenible.
Por otro lado se plantea la dimensión política de la cultura en su contribución al desarrollo, una de las implicancias fundamentales de la cultura radica en el desarrollo político, por lo que se proponen valorar los diferentes aportes de las políticas culturales para mejorar la gobernanza, fomentando así el desarrollo institucional de los ámbitos culturales incidiendo en los procesos de cohesión social.
Por lo que se puede observar un rol protagónico y activo de la gestión cultural en las bases del desarrollo cultural, como promotores y agentes del cambio y mejoría.
Respecto a la relación crucial de la economía y la cultura, tan importante para determinar los inicios del desarrollo, se plantea una relación en la que ambas partes condicionan el desarrollo sostenible, la gobernabilidad, la ciudadanía, la competitividad, la equidad y la consolidación de una identidad que radica en valores positivos.
Se plantea entonces potenciar el aporte de la cultura al crecimiento económico mediante el fomento, creación y producción de empresas, industrias e instituciones culturales y creativas, así como también estimular la creación de empleos culturales y la búsqueda de una creatividad productiva, favoreciendo su conexión con otros sectores productivos y de servicios.
Teniendo en cuenta que el desarrollo cultural es fundamental para el desarrollo integral es evidente que el financiamiento de tal se debería percibir en sí como una inversión de alta rentabilidad social, ya que la elevación de la calidad humana incide de manera directa en el  desarrollo global. Pero por lo menos en América Latina, esta concepción de la cultura como un proyecto estratégico se contradice con la precariedad  que caracteriza a los mecanismos financieros que otorgan recursos para su desarrollo.
La visión que se mantiene, es aún instrumentalista del desarrollo cultural, subordinado siempre a otras prioridades y obligado a mostrar su utilidad para otros fines. La visión economicista de él como reflejo de lo que ocurra en áreas como el crecimiento económico o la simple ganancia, han hecho que los mecanismos de financiamiento no sean coherentes, estables o sistemáticos, ni abarquen todas la áreas culturales, tampoco se incentiva la colaboración de fondos públicos, privados e internacionales. Las notables excepciones al respecto, funcionan más como enclaves autónomos que como dinamizadores globales.
Carente de una institucionalidad normativa y orgánica para la obtención de recursos, en momentos de crisis económica o social, el sector más vulnerable es el cultural.
La falta de estudios exhaustivos y comparativos a nivel regional no permite la realización de un diagnóstico adecuado que pueda utilizarse para la elaboración de políticas culturales.
Por otro lado la falta de lineamientos estratégicos de financiamiento por parte de las instituciones públicas, hace que se sigan repitiendo esquemas, normativas y modalidades inadecuadas y antiguas, y que no se actualicen o innoven áreas que carecen de financiamiento público y tampoco es fluido el financiamiento privado.
La ausencia de políticas de financiamiento de la cultura trae aparejado problemas para la producción, la difusión, el acceso y la preservación patrimonial. También afecta a las relaciones internacionales, porque no se  reconocen ni generan los recursos, así como tampoco se conocen las prioridades.
Concluyendo así a considerar que el papel de la gestión cultural en el ámbito de la cooperación al desarrollo, debería basarse en lo más próximo a los lineamientos estratégicos que se plantean en España. Visto y considerando ese documento, habiendo razonado el desarrollo cultural como parte constitutiva y a la vez transversal del desarrollo humano, resulta claro definir entonces que la gestión cultural debe trabajar en un concepto amplio de cultura que incluya la multiplicidad de identidades reconociendo, fomentando y protegiendo la diversidad cultural.
La principal herramienta de los gestores serán las políticas culturales, por lo que el compromiso estatal debe existir en la medida que se planteen claros diagnósticos y estratégicas intervenciones para satisfacer las necesidades culturales.
Respecto a la dimensión económica de la cultura, la legislación también será un asunto crucial, pero no debe reducirse la opción del financiamiento al sector público sino que incluir al sector privado es un desafío que es necesario afrontar, sobre todo pensando en el desarrollo de los sectores con alto potencial de comercialización a nivel internacional.

Los derechos culturales y la mejor calidad de vida deberán ser los motivos suficientes para poder plantear líneas de acción efectivas que permitan el desarrollo cultural de la población con que se trabaje.

Ordenanza 11301 Registro municipal de espacios culturales alternativos de la ciudad de La Plata

El siguiente trabajo propone un análisis de los principales ejes de la Ordenanza Municipal 11301  es la correspondiente al Registro municipal de espacios culturales alternativos de la ciudad de La Plata
La misma se conforma a partir de:
 Considerar que la ciudad cuenta con una gran cantidad de espacios culturales alternativos y que dichos espacios articulan políticas que son comunes y complementarias a las que son llevadas adelante por el municipio
Con el fin de ayudarlos a reunir las condiciones necesarias para poder ser habilitados
Y permitirles el acceso a la subvención que otorga la Municipalidad
A la vez que se propone superar la ordenanza 10.463 («REGIMEN DE FOMENTO MUNICIPAL PARA ESPACIOS CULTURALES ALTERNATIVOS» . 2008)
Lo que plantea un trabajo en conjunto desde las secretarías municipales de Cultura/Educación y de Legal/Técnica, con la coordinación de UCECAA (Unión de Centros Culturales Alternativos y Artistas de La Plata), RECA (Ronda de Espacios Culturales Autogestivos) y REC (Red de Espacios Culturales)
Esta ordenanza define a los espacios no convencionales, experimentales o multifuncionales a aquellos en los que se realice la producción, formación, investigación y promoción del arte y la cultura en sus diversas manifestaciones:
artes escénicas (danza y teatro)
música
artes plásticas
literatura
medios audiovisuales
exhibiciones de artes visuales
proyecciones multimedia
charlas/conferencias
educación formal y no formal
U otras expresiones culturales y cualquier actividad de carácter formativa relacionada con todas las manifestaciones tangibles e intangibles del arte y la cultura.
La base de la ordenanza se constituye a partir de la creación de un Registro Municipal de Espacios Culturales Alternativos que funcionará desde la Secretaría de Cultura, el cual deberá ser:
-          Público
-          Gratuito
-          Y deberá brindar asesoramiento LEGAL y CONTABLE.
Para acceder al Registro cada Espacio deberá presentar (en la oficina 203 del Pasaje Dardo Rocha, de 9 a 13hs.)
-          Personería Jurídica
-           Acreditación de la propiedad (alquiler, comodato, locación)
-          Certificación de Bomberos (Anti-siniestro)
-          Plano aprobado por la Dirección de Obras Particulares (2 copias)
-          Proyecto de Planificación Cultural

Una vez habilitados deberán contar con Cobertura de Emergencias Médicas
Este documento legal abre una nueva manera de concebir la organización de este tipo de espacios culturales, a partir de la cual se deberá regularizar el hecho de contar con una planificación mensual de cada actividad que lleve adelante.

El artículo 3 plantea como requisito de los Espacios Alternativos presentar un PROYECTO DE PLANIFICACIÓN CULTURAL, que especifique las actividades culturales y artísticas a realizar y la zona de incidencia de las mismas.
Esto implica: cursos, talleres (con sus docentes), exposiciones, ferias y actividades de nocturnidad

El artículo 11 de la ordenanza dice que en lo que respecta a la nocturnidad del espacio solo se podrán realizar 4 eventos nocturnos mensuales, y en caso de modificarse deberá darse aviso con un mínimo de 4 días de anticipación al evento.
(para garantizar el Control Urbano)
A su vez, la planificación presentada será utilizada para calcular la categoría que corresponde para recibir el monto de dinero correspondiente:
CATEGORÍA
HORAS SEMANALES
SUBVENCIÓN
A
DESDE 8
SUELDO BÁSICO MUNICIPAL
B
DESDE 12
CATEGORÍA 4 DE UN SUELDO MUNICIPAL
C
DESDE 16
CATEGORÍA 5 DE UN SUELDO MUNICIPAL
D
DESDE 20
CATEGORÍA 7 DE UN SUELDO MUNICIPAL

Respecto a las cuestiones administrativas se deberá tener en cuenta que:
       Las subvenciones se cobrarán del 1 al 5 de cada mes
Pudiéndose cobrar hasta 3 subvenciones anticipadas
La condición es presentar la rendición de cuentas.
Ante cada subvención deberá acreditarse que el destino del dinero fue para el acondicionamiento del espacio
       Por cada actividad que el espacio brinde deberá ofrecer el 10% de la totalidad de los inscriptos como becas gratuitas.
Estas becas podrán ser utilizadas por personas beneficiarias de los programas Progresar y Asignación Universal por Hijo.
En cuanto a las actividades complementarias de los espacios se reglamenta que:
Si bien los espacios podrán contar con la subvención municipal, el artículo 12 aclara que podrán funcionar actividades complementarias al uso del espacio alternativo, tales como la venta o canje de:
- producciones artísticas
- producciones culturales
- ferias
- alimentos y/o bebidas
Estas actividades deberán funcionar conjuntamente con las propias del espacio, no pudiendo superar el 30% de la superficie total del lugar.
En caso de venta de alimentos se deberá adecuarse a lo establecido por la ordenanza municipal n°11248

Otro organismo que nace a partir de la ordenanza es la Comisión De Coordinación De Política Cultural De La Municipalidad De La Plata, que  se creará conformada por:
 2 miembros de la secretaría de cultura
 2 miembros representantes del consejo deliberante
 3 representantes de los espacios culturales alternativos
Y tendrá por objeto: recibir, evaluar, promover, difundir y asesorar las propuestas de los espacios tramitar las exenciones tributarias entregar certificados de registro, articular políticas culturales e iniciativas comunes y mediar situaciones entre vecinos y espacios.

OBSERVACIONES Y CONCLUSIONES DE LA ORDENANZA
La ordenanza surge como propuesta de la UCECAA y la RECA como respuesta a las necesidades básicas que afrontaban la mayoría de los espacios alternativos:
- problemas edilicios
- problemas de habilitación
-          falta de presupuesto
Lo que se consigue además del incremento de una subvención es el control riguroso de las actividades de cada espacio, de su financiamiento y seguridad.
Esto puede analizarse como un quiebre de lo que se entendía por «espacios independientes»
Se establece un nuevo paradigma en la organización de los espacios alternativos que requieren desde ahora
       habilitación
       personería jurídica
       estructura organizativa (pte, tesorero, etc)
       planificación
       responsabilidad
       compromiso

La sanción de esta ordenanza se afianza como un momento de visibilización y reconocimiento del gestor cultural:
       siendo clave en la orientación y organización del espacio
       aportando sus herramientas para un correcto funcionamiento, haciendo y siguiendo una planificación estratégica
       pudiendo trabajar en coordinación con vecinos y/o los otros espacios
       contribuyendo a los aportes fundamentales a la cultura local


lunes, 10 de abril de 2017

Reconceptualizacion del PATRIMONIO CULTURAL





·         Guatemala - El Movimiento Nacional de Tejedoras Mayas ha presentado al Congreso un proyecto de ley que busca reconocer la propiedad intelectual colectiva de los pueblos indígenas.
Las Tejedoras quieren normas que protejan sus creaciones textiles, fruto de su labor y de siglos de filosofía maya.
Más allá de las reformas jurídicas, el concepto de propiedad intelectual colectiva defiende la autonomía indígena. Las Tejedoras denuncian el robo del arte textil Maya como una forma más de despojo. Y consideran que deben proteger sus saberes textiles al igual que sus territorios.
Sandra Xinico, tejedora de Patzún, Chimaltenango, explicó a 
Prensa Libre que “no se trata únicamente de un pedazo de tela que se elabora a mano, porque nuestros tejidos se hacen con base en la cosmovisión, ideología e historia de los pueblos”.





·         Argentina - La justicia de la provincia de Córdoba emitió un falló histórico a favor de las comunidades indígenas que presentaron a principios de marzo un recurso de amparo para que se declare nulo el proyecto de Ley de Bosques que plantea el gobierno de Juan Schiaretti, por considerar que incumple con el convenio 169 de la O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo) que les reconoce a los pueblos originarios el derecho de tener un “consentimiento previo, libre e informado” de cualquier ley o regulación que modifique su estilo de vida.
Con este fallo el proyecto que el gobierno cordobés pretendía modificar la Ley de Bosques debería quedar nulo y se debería llamar a una nueva convocatoria para su debate, y que en este estén notificados e incluidos los pueblos originarios que viven en la provincia. El fallo aún va por más ya que ordena al gobierno cordobés a que cumpla con la Ley Nacional N° 26.331 de Protección Ambiental de los Bosques Nativos.


·         México -  van a celebrar el Primer Torneo Internacional de Juego de Pelota Mesoamericano, deporte que viene de una costumbre ritual de más de 3 mil años.
Las grandes civilizaciones mesomaericanas  tenían en común el mítico Juego de la Pelota:  en maya Pok Ta Pok.
Se cree que las figuras  recreadas en el juego forman un quincunce (nahui ollin, para los mexicas),  símbolo que prevaleció por milenios en mesoamérica y que hace alusión a los 4 rumbos del universo. Al centro se representa el sol, y se cree que el juego es una especie de ritual para hacer que el sol renazca, cada día, para la supervivencia de los hombres (también está ligado al Quinto Sol, la era que ahora vivimos para los mexicas).
Hasta hoy, en todo el territorio mexicano se han hallado hasta 1,500 canchas.
Luego de más de 3000 años de su nacimiento (su creación  se ubica al rededor del 1 400 A.C), este 14 y 15 de abril se celebrará no solo la recreación de este mítico juego, también un torneo internacional, primero en su tipo, en el que participarán 20 guerreros de distintos estados

También en México hace unos meses fue entregado el “Documento orientador hacia una Ley General de Derechos Culturales de México”
En sus elementos para una exposición de motivos, se señala la diversidad cultural y lingüística de nuestro país, su biodiversidad y la obra de sus artistas; además de saberes, tradiciones y conocimiento indígenas, la riqueza de su patrimonio cultural y la infraestructura cultural con que cuenta México.
            Ello sirve como base para plantear que el reconocimiento de la diversidad cultural requiere de “políticas de protección, promoción y sostenimiento como condición para la convivencia, el combate a la pobreza, la seguridad ciudadana, la paz y el diálogo intercultural local, nacional, regional e internacional, con pleno respeto de los derechos humanos”.

Este compilado de noticias nos dan el parámetro de lo que puede ser un incipiente cambio en la concepción del patrimonio cultural. En todos los casos las comunidades se afianzan en sus raíces, mantienen vivas sus tradiciones, sus valores, usos y costumbres, y proponen desde allí nuevas estrategias para mantener con vida su cultura.
En ejemplo de gestión cultural “desde abajo hacia arriba”, desde el pueblo hacia el pueblo y sus gobernantes. Porque siempre a la cultura la hace el pueblo y el Estado debe aportar la estructura siendo garante de darle un marco legal, de promocionarla y comunicarla.
El patrimonio entonces comienza a ser concebido más allá de la concepción de legado arqueológico, sino que es referente de una cultura viva. Se establece así un vínculo permanente, en constante diálogo con las generaciones, con ampliación conceptual devenida en el tiempo. Una relación real entre el pasado y el presente, contemplando el porvenir.
El patrimonio que va desde los tejidos, los juegos, las tradiciones, los mitos y costumbres hasta el territorio que habitamos, no forma parte ya de lo que debemos conservar como un museo, en una vitrina, una ruina o un relato, sino que se defiende en lo cotidiano, manifestandose en diferentes formas la legitimidad de la historia, siendo fieles a nuestras identidades. Se protege, si, de la hibridación, del capitalismo (mercantilista, avasallador, destructor de lo natural), para que la historia siga vigente, contándose por ella misma, en el relato permanente, ininterrumpido, de la cultura de los pueblos.

Estos avances en la concepción del patrimonio nos obligan a trabajar sobre la vida en lo cotidiano, sin esperar a que la cultura muera para escribirla en un libro heroico, admirarla en una pieza artesanal ancestral intocable. Es un guiño a la reactivación, a la revitalización de las culturas fundacionales de toda la región Latinoamericana. Desprendiéndonos del eurocentrismo que tanto nos ha signado.

Replantear también el reconocimiento de la diversidad cultural, que requiere de políticas de protección, de promoción y de sostenimiento como condición para la convivencia y sobretodo el diálogo intercultural local, nacional, regional e internacional, con pleno respeto de los derechos humanos.

Pareciera que es tiempo de refundar conceptos y de revivir las culturas nativas, la sabiduría y las cosmovisiones de nuestra tierra merecen el respeto que por tanto tiempo se les negó. La democratización del saber, el derecho a la identidad y el respeto por la diversidad son la verdadera conquista. En México ya se habla de
“un modelo de política cultural para el siglo XXI” como llave para el desarrollo sostenible integral de las comunidades, en relación con la biodiversidad y la cohesión social fomentando la creatividad y la libertad cultural. Entendiendo la transversalidad de la cultura, implicando el desarrollo económico, tecnológico, social, educativo, científico y medioambiental.

Todas estas noticias,  nos dan la certeza de que los pueblos reconocen a sus antepasados culturales, los respetan y todavía los quieren mantener vigentes, vivos en su cotidianeidad.

lunes, 16 de enero de 2017

Símbolos y Borges


Ensayo sobre los símbolos utilizando como disparador textos de Jorge Luis Borges.





Una de las grandes virtudes de este autor fuè habernos dejado historias llenas de frases punzantes, que siguiendo sus líneas o sacadas de contexto, tienen la facilidad de convertirse en una ventana hacia donde imaginemos, un camino de ida al infinito análisis de las cosas.
Los textos de Borges siempre merodean temas del tiempo, laberintos, otros, dobles, muertes, sueños, realidad o irrealidad, siempre abordados desde lo simbólico, que más allá de ser la palabra, la prosa y el libro, es el símbolo de cada concepto, el reflejo de una proyección o la metáfora, la literatura como medio para expresar un cosmos de pensamiento.


Verzi, sabiendo estas cualidades, en sus estudios le adjudica a Borges la categoría de clásico, siendo que nunca se agota, que en él siempre hay territorio para pensar y repensar.


“Los actos son nuestro símbolo” escribió Jorge Luis Borges en el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” (1949), mientras relataba la vida de este personaje. Y esta es una de esas frases punzantes, lo que sería para Barthes el “Punctum” pero no en una imagen, sino latente esta vez en estas palabras que aplican a todas las vidas, dentro y fuera de la literatura.


Si bien las acciones en los textos de Borges tienen una carga simbólica por ser ficción, en la vida real también cada acto es un símbolo. De ahí deviene el estudio del ceremonial, el protocolo, la sociología, la antropología, la psicología, el análisis del hombre. El hombre es un ser simbólico. El simbolismo nos rige desde siempre, porque el hecho de vivir en comunidad institucionaliza acuerdos conceptuales desde y por lo simbólico. Entendiendo por símbolo todo aquello que establece una relación de identidad con una realidad a la que representa o evoca. Es decir, establece la retórica entre el pensamiento y lo que se émula, que se corresponde mediante un nuevo concepto simbólico, y al nombrarse sugiere lo real. Y todo este proceso es natural, relativo y trascendental en la vida del hombre. Por lo que, el símbolo es más que una convención para expresar la realidad, ya que es mediante los símbolos la única manera de aprehender la realidad, siendo imprescindibles y constituyendo sus propias categorías del pensamiento.


Todas las representaciones y manifestaciones del hombre se plasman en símbolos, y parecieran ser objetos, sustantivos, resultados de… materia o convenciones. Pero todo lo que hace el hombre es simbólico, incluyendo lo material y lo inmaterial. Además de todo lo estético, artístico, culinario, señalético, decorativo, tangible, los símbolos son acciones, son actitudes, gestos, intangibles, abstracciones.
La cultura es acción, es ser y hacer. Es verbo.


Todos los símbolos parecieran sustantivos y el hombre/mujer sería la herramienta para que (en) la cultura nazca, viva, se transforme y muera; y a la vez cada símbolo es el que hace que el hombre/mujer nazca, viva, se transforme y muera.
Como si intentaramos dilucidar qué estuvo primero, si el huevo o la gallina. Como si en realidad pudiésemos separar lo simbólico de la cultura, siendo retroalimentados y definidos uno en el otro, aceptando que cada símbolo nos hace a la vez que re.hacemos cada símbolo, y aplica a lo colectivo como también cobra un valor agregado desde lo personal, y es donde cada individuo en su posibilidad/capacidad de hacer podrá (re)definirse en cada decisión. Como si se tratara de “hacer para cambiar lo que nos hicieron ser/hacer” signados por un contexto cultural inmediato y/o globalizado, y en ello valdrán las subjetividades, en la manera en que se refleja la interpretación de lo simbólico (como el conjunto de todo y cada uno de los símbolos que recibe un individuo) en la reproducción y/o producción de nuevas convenciones.


Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) “.

Cuando Borges escribe que el ejercicio de los símbolos presupone un pasado compartido, carga del sentido histórico y social a la cuestión, y es en estas vías su modo de transmisión. Con los diferentes puntos de vista que describe en el Aleph incita a pensar en que todo aquello, incluso los símbolos, que se nos presenta en todas sus dimensiones no es posible de describir de manera unívoca.


La simbología se hereda y se aprende. La memoria colectiva cultural implica en sí misma un símbolo social de preservación y transmisión identitaria. En la memoria de los pueblos caben las fiestas, ceremonias, ritos, interacciones sociales, costumbres, hábitos, tradiciones, valores, convicciones, normas, leyes, creencias, y todo aquello que se asocia a la representación colectiva que perdura en el tiempo. Esta memoria colectiva que por más que sea durable está en constante conformación es una construcción a la vez que una afirmación de la identidad. Por lo que implica la asimilación de lo propio a la vez del reconocimiento de la distinción particular.
El proceso de la memoria colectiva es propio del hombre, constituye su esencia de ser social, y es aquello que permite que se preserve el patrimonio material e inmaterial como legado a las generaciones venideras.
Es decir, que la creación e interpretación de los símbolos se da en el marco de la representación social que se transmite de forma axiológica, articulando significaciones y las influencias en lo trascendental, en los valores y conocimientos que se compartan en lo particular de cada comunidad. Esto recae en la vida de la comunidad, en sus estructuras sociales, en sus recursos, su medio, y su producción,  y a fin de cuentas en sus actos que son también sus propios símbolos.


Los experimentos individuales son, de hecho, mínimos, salvo cuando el innovador se resigna a labrar un espécimen de museo, un juego destinado a la discusión de los historiadores “ (El otro, el mismo. 1964. Borges)


Renovar los símbolos es propio de cada cultura viva, mantenerlos es solo de aquellas que logran perpetuar una identidad colectiva, apoyadas en mitos, ceremonias, protocolos y tradiciones que sólo en función de aportes concretos, reales y necesarios se mantienen de generación en generación. Y en ello se resalta la cualidad colectiva. De ahí que como dice Borges lo individual acaba en el museo, como única manera de perpetuarse.
¿Cuantas obras que vemos en los museos de arte realmente entendemos tal cual lo plantea el artista? ¿Cuantas interpretaciones caben en una obra de arte abstracta (símbolo/simbólica)? ¿Cuantos son, en una sociedad tipo, los que frecuentan con verdadero goce un museo de arte?
Podemos entonces plantear “nichos ecológicos”? y en alusión a términos biologicistas,¿ sobreviven solo los símbolos más aptos ? ¿Mueren los símbolos con las culturas? Y como muerte a estos términos me refiero la mera reducción de ellos a la permanencia perpetua en una vitrina de museo.

Será entonces lo que la sociedad pueda (re)interpretar y (re)vivir del universo simbólico en el que nace lo que permanecerá y dará forma a la cultura actual,definida en su “hacer” más que en su historia aunque todo su hacer esté signado por su pasado (legado). Cíclico.




_* referencias bibliográficas:
El Aleph (1949); El otro El mismo (1964);  Biografía de Tadeo Isidoro Cruz.(1949). J.L. Borges
- El simbolismo precolombino, Federico Gonzalez.
- Entre la expectación y el desencanto. Horacio Verzi (desde el blog http://alpialdelapalabra.blogspot.com.ar/)